Hace más de 13 años, el 29 de julio del año 2000, después de una larga carrera profesional que lo había encumbrado en lo más alto de la consideración mundial, el cardiocirujano platense René Favoloro se quitaba la vida disparándose de un tiro en el pecho, sumiendo a la sociedad argentina en un profundo desconsuelo.
El reconocido cardiólogo y educador, responsable de la primera operación de bypass en el mundo, le había escrito minutos antes una desesperada carta al entonces presidente Fernando de la Rúa en la que reconocía estar "cansado de tanto luchar y luchar" y pedía un salvataje económico para la fundación que llevaba su nombre, en medio de críticas al sistema de salud argentino.
Favaloro se había contactado previamente con autoridades del gobierno de la Alianza con el objetivo de que el Estado cancelara las deudas que mantenía con dicha institución, que se encontraba al borde de la quiebra con millonarias deudas. La eminencia médica estaba angustiada porque la falta de fondos significaba más despidos, y tal vez, el cierre de la clínica, dedicada desde su inauguración en 1975 no solo al cuidado de pacientes, sino también a la docencia e investigación.
"Envié cuatro cartas a Enrique Iglesias (entonces presidente del BID), solicitando ayuda (¡tiran tanto dinero por la borda en esta Latinoamérica!) todavía estoy esperando alguna respuesta. Maneja miles de millones de dólares, pero para una institución que ha entrenado centenares de médicos desparramados por nuestro país y toda Latinoamérica, no hay respuesta", decía un agobiado Favaloro en su última carta.
"¿Cómo se mide el valor social de nuestra tarea docente? Es indudable que ser honesto, en esta sociedad corrupta tiene su precio. A la corta o a la larga te lo hacen pagar", escribió, antes de anunciar que se quitaría la vida, algo que decía era un decisión "meditada", y pedir a la sociedad que "no afloje".
A continuación, el texto completo:
(Del Dr. René Favaloro/ julio 29-2000 - 14,30
horas)
Si se
lee mi carta de renuncia a la Cleveland Clinic, está claro que mi regreso a la
Argentina (después de haber alcanzado un lugar destacado en la cirugía
cardiovascular) se debió a mi eterno compromiso con mi patria. Nunca perdí mis
raíces.. Volví para trabajar en docencia, investigación y asistencia médica. La
primera etapa en el Sanatorio Güemes, demostró que inmediatamente organizamos
la residencia en cardiología y cirugía cardiovascular, además de cursos de post
grado a todos los niveles. Le dimos importancia también a la investigación
clínica en donde participaron la mayoría de los miembros de nuestro grupo. En
lo asistencial exigimos de entrada un número de camas para los indigentes. Así,
cientos de pacientes fueron operados sin cargo alguno. La mayoría de nuestros
pacientes provenían de las obras sociales. El sanatorio tenía contrato con las
más importantes de aquel entonces.
La
relación con el sanatorio fue muy clara: los honorarios, provinieran de donde
provinieran, eran de nosotros; la internación, del sanatorio (sin duda la mayor
tajada).
Nosotros
con los honorarios pagamos las residencias y las secretarias y nuestras
entradas se distribuían entre los médicos proporcionalmente.
Nunca
permití que se tocara un solo peso de los que no nos correspondía.
A
pesar de que los directores aseguraban que no había retornos, yo conocía que sí
los había. De vez en cuando, a pedido de su director, saludaba a los
sindicalistas de turno, que agradecían nuestro trabajo.
Este
era nuestro único contacto.
A
mediados de la década del 70, comenzamos a organizar la Fundación. Primero con
la ayuda de la Sedra, creamos el departamento de investigación básica que tanta
satisfacción nos ha dado y luego la construcción del Instituto de Cardiología y
cirugía cardiovascular.
Cuando
entró en funciones, redacté los 10 mandamientos que debían sostenerse a
rajatabla, basados en el lineamiento ético que siempre me ha acompañado. La
calidad de nuestro trabajo, basado en la tecnología incorporada más la tarea de
los profesionales seleccionados hizo que no nos faltara trabajo, pero debimos luchar
continuamente con la corrupción imperante en la medicina (parte de la tremenda
corrupción que ha contaminado a nuestro país en todos los niveles sin límites
de ninguna naturaleza). Nos hemos negado sistemáticamente a quebrar los
lineamientos éticos, como consecuencia, jamás dimos un solo peso de retorno.
Así, obras sociales de envergadura no mandaron ni mandan sus pacientes al
Instituto.
¡Lo
que tendría que narrar de las innumerables entrevistas con los sindicalistas de
turno!
Manga
de corruptos que viven a costa de los obreros y coimean fundamentalmente con el
dinero de las obras sociales que corresponde a la atención médica.
Lo
mismo ocurre con el PAMI. Esto lo pueden certificar los médicos de mi país que
para sobrevivir deben aceptar participar del sistema implementado a lo largo y
ancho de todo el país.
Valga
un solo ejemplo: el PAMI tiene una vieja deuda con nosotros (creo desde el año
94 o 95) de 1.900.000 pesos; la hubiéramos cobrado en 48 horas si hubiéramos
aceptado los retornos que se nos pedían (como es lógico no a mí directamente).
Si
hubiéramos aceptado las condiciones imperantes por la corrupción del sistema
(que se ha ido incrementando en estos últimos años) deberíamos tener 100 camas
más. No daríamos abasto para atender toda la demanda.
El que
quiera negar que todo esto es cierto que acepte que rija en la Argentina, el
principio fundamental de la libre elección del médico, que terminaría con los
acomodados de turno.
Lo
mismo ocurre con los pacientes privados (incluyendo los de la medicina prepaga)
el médico que envía a estos pacientes por el famoso ana-ana , sabe, espera,
recibir una jugosa participación del cirujano.
Hace
muchísimos años debo escuchar aquello de que Favaloro no opera más! ¿De dónde
proviene este infundio?. Muy simple: el pacientes es estudiado. Conclusión, su
cardiólogo le dice que debe ser operado. El paciente acepta y expresa sus
deseos de que yo lo opere. 'Pero cómo, usted no sabe que Favaloro no opera hace
tiempo?'. 'Yo le voy a recomendar un cirujano de real valor, no se preocupe'.
El
cirujano 'de real valor' además de su capacidad profesional retornará al
cardiólogo mandante un 50% de los honorarios!
Varios
de esos pacientes han venido a mi consulta no obstante las 'indicaciones' de su
cardiólogo. '¿Doctor, usted sigue operando?' y una vez más debo explicar que
sí, que lo sigo haciendo con el mismo entusiasmo y responsabilidad de siempre.
Muchos
de estos cardiólogos, son de prestigio nacional e internacional.
Concurren
a los Congresos del American College o de la American Heart y entonces sí, allí
me brindan toda clase de felicitaciones y abrazos cada vez que debo exponer
alguna 'lecture' de significación. Así ocurrió cuando la de Paul D. White
lecture en Dallas, decenas de cardiólogos argentinos me abrazaron, algunos con
lágrimas en los ojos.
Pero
aquí, vuelven a insertarse en el 'sistema' y el dinero es lo que más les
interesa.
La
corrupción ha alcanzado niveles que nunca pensé presenciar. Instituciones de
prestigio como el Instituto Cardiovascular Buenos Aires, con excelentes
profesionales médicos, envían empleados bien entrenados que visitan a los
médicos cardiólogos en sus consultorios. Allí les explican en detalles los
mecanismos del retorno y los porcentajes que recibirán no solamente por la
cirugía, los métodos de diagnóstico no invasivo (Holter eco, camara y etc,
etc.) los cateterismos, las angioplastias, etc. etc., están incluidos.
No es
la única institución. Médicos de la Fundación me han mostrado las hojas que les
dejan con todo muy bien explicado. Llegado el caso, una vez el paciente
operado, el mismo personal entrenado, visitará nuevamente al cardiólogo,
explicará en detalle 'la operación económica' y entregará el sobre
correspondiente!.
La
situación actual de la Fundación es desesperante, millones de pesos a cobrar de
tarea realizada, incluyendo pacientes de alto riesgo que no podemos rechazar.
Es fácil decir 'no hay camas disponibles'.
Nuestro
juramento médico lo impide.
Estos
pacientes demandan un alto costo raramente reconocido por las obras sociales. A
ello se agregan deudas por todos lados, las que corresponden a la construcción
y equipamiento del ICYCC, los proveedores, la DGI, los bancos, los médicos con
atrasos de varios meses.. Todos nuestros proyectos tambalean y cada vez más
todo se complica.
En
Estados Unidos, las grandes instituciones médicas, pueden realizar su tarea
asistencial, la docencia y la investigación por las donaciones que reciben.
Las
cinco facultades médicas más trascendentes reciben más de 100 millones de
dólares cada una! Aquí, ni soñando. Realicé gestiones en el BID que nos ayudó
en la etapa inicial y luego publicitó en varias de sus publicaciones a nuestro
instituto como uno de sus logros!. Envié cuatro cartas a Enrique Iglesias,
solicitando ayuda (¡tiran tanto dinero por la borda en esta Latinoamérica!)
todavía estoy esperando alguna respuesta. Maneja miles de millones de dólares,
pero para una institución que ha entrenado centenares de médicos desparramados
por nuestro país y toda Latinoamérica, no hay respuesta.
¿Cómo
se mide el valor social de nuestra tarea docente?
Es
indudable que ser honesto, en esta sociedad corrupta tiene su precio. A la
corta o a la larga te lo hacen pagar.
La
mayoría del tiempo me siento solo. En aquella carta de renuncia a la C. Clinic
, le decía al Dr. Effen que sabía de antemano que iba a tener que luchar y le
recordaba que Don Quijote era español!
Sin
duda la lucha ha sido muy desigual.
El
proyecto de la Fundación tambalea y empieza a resquebrajarse.
Hemos
tenido varias reuniones, mis colaboradores más cercanos, algunos de ellos
compañeros de lucha desde nuestro recordado Colegio Nacional de La Plata, me
aconsejan que para salvar a la Fundación debemos incorporarnos al ´sistema'.
Sí al
retorno, sí al ana-ana.
'Pondremos
gente a organizar todo'. Hay 'especialistas' que saben como hacerlo. 'Debes dar
un paso al costado. Aclararemos que vos no sabes nada, que no estás enterado'.
'Debes comprenderlo si querés salvar a la Fundación'.
¡Quién
va a creer que yo no estoy enterado!
En
este momento y a esta edad terminar con los principios éticos que recibí de mis
padres, mis maestros y profesores me resulta extremadamente difícil. No puedo
cambiar, prefiero desaparecer.
Joaquín
V. González, escribió la lección de optimismo que se nos entregaba al
recibirnos: 'a mí no me ha derrotado nadie'.
Yo no
puedo decir lo mismo. A mí me ha derrotado esta sociedad corrupta que todo lo
controla. Estoy cansado de recibir homenajes y elogios al nivel internacional.
Hace pocos días fui incluido en el grupo selecto de las leyendas del milenio en
cirugía cardiovascular.
El año
pasado debí participar en varios países desde Suecia a la India escuchando
siempre lo mismo.
'¡La
leyenda, la leyenda!'
Quizá
el pecado capital que he cometido, aquí en mi país, fue expresar siempre en voz
alta mis sentimientos, mis críticas, insisto, en esta sociedad del privilegio,
donde unos pocos gozan hasta el hartazgo, mientras la mayoría vive en la
miseria y la desesperación. Todo esto no se perdona, por el contrario se
castiga.
Me
consuela el haber atendido a mis pacientes sin distinción de ninguna
naturaleza. Mis colaboradores saben de mi inclinación por los pobres, que viene
de mis lejanos años en Jacinto Arauz.
Estoy
cansado de luchar y luchar, galopando contra el viento como decía Don Ata.
No
puedo cambiar.
No ha
sido una decisión fácil pero sí meditada.
No se
hable de debilidad o valentía.
El
cirujano vive con la muerte, es su compañera inseparable, con ella me voy de la
mano.
Sólo
espero no se haga de este acto una comedia. Al periodismo le pido que tenga un
poco de piedad.
Estoy
tranquilo. Alguna vez en un acto académico en USA se me presentó como a un
hombre bueno que sigue siendo un médico rural. Perdónenme, pero creo, es
cierto. Espero que me recuerden así.
En
estos días he mandado cartas desesperadas a entidades nacionales, provinciales,
empresarios, sin recibir respuesta.
En la
Fundación ha comenzado a actuar un comité de crisis con asesoramiento externo.
Ayer empezaron a producirse las primeras cesantías. Algunos, pocos, han sido
colaboradores fieles y dedicados. El lunes no podría dar la cara.
A mi
familia en particular a mis queridos sobrinos, a mis colaboradores, a mis
amigos, recuerden que llegué a los 77 años. No aflojen, tienen la obligación de
seguir luchando por lo menos hasta alcanzar la misma edad, que no es poco.
Una
vez más reitero la obligación de cremarme inmediatamente sin perder tiempo y
tirar mis cenizas en los montes cercanos a Jacinto Arauz, allá en La Pampa.
Queda
terminantemente prohibido realizar ceremonias religiosas o civiles.
Un
abrazo a todos
René
Favaloro